viernes, 29 de marzo de 2019

Cosme Damián Churruca y Elorza

Cosme Damián Churruca y Elorza

Cosme Damián de Churruca y Elorza




Biografia
Nació don Cosme Damián de Churruca y Elorza en Motrico (Guipúzcoa), el veintisiete de septiembre de 1761, sus padres Don Francisco de Churruca y Doña María Teresa de Elorza. La primera aula de estudios del joven, fue el seminario conciliar de Burgos.

En esa comunidad, escuela de teología y ascética, hallabase casualmente un joven oficial de Marina, sobrino del arzobispo de Burgos. Bastó ese contacto indirecto para que se despertara en él su afición a las cosas de la mar. Concluyó sus estudios y corrió a casa de sus padres en solicitud de su venia para lanzarse en busca de los peligros, fatigas y escaseces de la vida del marino.

El quince de junio de 1776 vistió, el honroso uniforme de guardiamarina a la temprana edad de quince años, su ascenso a alférez de fragata fue el premio de los brillantes estudios hechos, en las escuelas navales de Cádiz y Ferrol durante dos años, sobresaliendo entre todos sus compañeros.

En octubre de 1778 pone el pie por primera vez sobre la cubierta de un navío. El “San Vicente”, al mando del bailío don Francisco Gil y Lemus, recibe al joven quien, desde los primeros pasos en su carrera, dio a conocer sus admirables disposiciones de marino.Esta primera campaña, muy borrascosa, puso en evidencia el arrojo de Churruca frente a los peligros y su aptitud para aminorar los riesgos mediante el estudio de las maniobras.

El trece de diciembre de 1781 pasó a la fragata “Santa Bárbara”, al mando de don Ignacio de Álava,en el sitio de Gibraltar se distinguió del modo más brillante, acudiendo intrépido a apagar el incendio de las flotantes y llevando socorro, con el bote de la fragata, a las tripulaciones de los buques incendiados, entre un diluvio de metralla que despedían las baterías de la plaza y las explosiones no menos peligrosas de la baterías que ardían.

Cuando la paz firmada en 1783 suspendió la lucha, acudió al estudio que forma al marino. Solicitó y obtuvo el ingreso en la academia de Ferrol. Su admisión a pesar de no haber vacante, se le añadió el cargo de ayudante de guardiamarinas.

Al año siguiente sustituía a los profesores de varias clases y siguiendo en esa vida laboriosa, en 1787 dio el primer ejemplo de un examen público en las aulas de la institución sobre matemáticas, mecánica y astronomía. Se granjeo la admiración del numeroso auditorio.

Habiendo determinado el gobierno que, el capitán de Navío don Antonio de Córdoba continuase sus exploraciones del estrecho de Magallanes, pidió a don Cosme, ya teniente de navío, que le acompañase.
A él le cupo la parte astronómica y geográfica de aquella expedición científica. Grandes fueron los peligros, incesantes las penalidades de aquellas investigaciones, en mares en que reina casi de continuo el vendaval.

En unión de su digno compañero de armas y de estudios don Ciriaco Cevallos, hizo un trabajo completo de reconocimiento del estrecho en dirección al océano Pacífico.
Como la modestia va unida siempre al verdadero saber, es de notar con qué sencillez cuenta en su diario, las fatigas y los inauditos padecimientos de su peligrosa misión.

Publicó su escrito en el apéndice del primer viaje de Magallanes, dado a la luz en Madrid en 1795.Los aplausos que arrancó a la opinión pública y a sus compañeros de la Armada, no le inspiraron más orgullo que el que se desprende de esta nota: “Si se atiende a las circunstancias en que se escribió este diario, no se extrañaran los yerros o equivocaciones que se encuentran en él”. Esas circunstancias eran las penalidades de su exploración que acabaron con su salud. Cayó gravemente enfermo y sintió amagos de escorbuto, que felizmente no fueron a más.

En 1789 es agregado al Observatorio; si bien aún convaleciente, se entrega a estudios que no contribuían de seguro a su restablecimiento.

Al año es llamado a ser ayudante del mayor general de la escuadra al mando del marqués del Socorro; hace la campaña y vuelve a su puesto.

La continua tensión de sus incansables trabajos intelectuales, acababa con una salud nunca bien restablecida; hubo que pensar seriamente en un descanso indispensable. Pasó a respirar el aire balsámico de las montañas de Guipúzcoa y consiguió el completo restablecimiento de su quebrantada salud.

El ministro de Marina determinó que saliera de la península una expedición científica formada por dos secciones, una de las cuales debía recorrer las islas y costas del golfo mejicano y la otra el resto de las del continente, con el fin de formar el atlas marítimo de la América septentrional. Consultó el ministro la elección del oficial que debía mandar la interesante expedición. Se dirigió a un ilustre marino: don José de Mazarredo, buen juez del mérito individual de los oficiales de la Armada.

Sin titubear propuso a Churruca, se le diese el mando en jefe de la expedición.

Una real orden de diez de noviembre de 1791 puso término al descanso del hábil marino, sin que fueran obstáculo ni su graduación de capitán de fragata, ni su edad, treinta años, cuando tantos oficiales de más alta graduación y de más años podían reclamar el honor que se le concedía al modesto Churruca, que nada solicitaba en su agreste retiro. Nadie murmuró, nadie puso en duda lo acertada de la elección.

Fue a Madrid y se dedicó exclusivamente a conferenciar con el ministro y con Mazarredo, para informarse cabalmente de los objetivos que pretendía el gobierno.

Cumplida esta primera parte de su comisión, se embarcó en Cádiz el diecisiete de junio de 1792 y dio la vela en ese día con su grupo, compuesto de los bergantines “Descubridor” y “Vigilante”.

Dos años y cuatro meses duró la campaña científica, contrariada por todos los incidentes ordinarios, a los cuales vino a sumarse la guerra marítima con Francia.

Pudieron más el glorioso empeño del jefe y su constancia; cumplió tan plenamente su misión, que sus trabajos, sometidos al examen de los observatorios más célebres de Europa, merecieron el aplauso universal y a su autor una nombradía general. Publicadas sus “Memorias”, la celebridad se asentó entre los más afamados en el mundo científico. Mas tan dura como gloriosa campaña no se realizó, sin grave menoscabo de su salud, de suyo poco robusta.

Se embarcó en la Habana y regresó a España en el navío “Conquistador”, de segundo comandante.De Cádiz, donde arribó, pasó a Madrid, donde recibió en premio de sus servicios el ascenso a capitán de navío, con fecha anterior de casi dos años.

Su mala salud no le permitió concluir la historia de su campaña y esa misma causa hizo postergar la publicación de las treinta y cuatro cartas esféricas y mapas geométricos y ésta es la hora en que no se han publicado todavía, más que una pequeña parte de ellas.

En 1802 publicó la carta esférica de las Antillas; la particular geométrica de Puerto Rico salió poco después. Así en los años sucesivos, fue publicando otros trabajos que forman una colección riquísima, de cuanto puede interesar a la ciencia náutica.

En 1797 fue nombrado mayor general de la escuadra al mando de Mazarredo. Cosme Damián Churruca, fue el encargado, a instancias de Mazarredo, de examinar algunas llaves de artillería para poder introducirlas en la Real Armada y modernizarse en este apartado. Churruca ideó una llave que parecía aventajarse a la que utilizaban otras marinas extranjeras, por lo que fueron aceptadas y aprobadas, comunicando por R.O. del 14 de abril de 1801 para que se generalizase su uso en los buques de S.M. Aunque para Trafalgar no hubo suficientes para sutir más que a un par de buques.

En 1798 obtuvo el mando del navío “Conquistador”; halló el navío en el más lastimoso estado, tanto con respecto al armamento como a su tripulación. Severo militar, a la par que entendido marino, en poco tiempo hizo del navío a su mando un modelo en todos los sentidos.

Nuestra alianza con Francia exigió que una escuadra española fuera a incorporarse a otra francesa en el puerto de Brest. Pasó con el navío y la escuadra de que formaba parte, de Cádiz a Brest, donde fondeó el nueve de agosto de 1799.

Allí escribió una instrucción militar, que imprimió y repartió a sus compañeros; sirvió admirablemente a su propósito de establecer en la Armada una más completa y severa disciplina. Hablando de Brest y del “Conquistador”, hemos de recordar diferentes pormenores de la estancia en aquel puerto: necesitaba recorrer sus fondos; el general de la escuadra mandó que entrase en uno de los diques de Recouvrances, cuando un buque de guerra va a entrar en dique para recorrer, tiene el jefe de ingenieros que prepararle la cama, o sea los piques en que ha de ajustar su quilla en la forma conveniente para que, el quebranto del buque no se aumente cuando quedando en seco y apuntalado, descansa toda su mole sobre dichos piques.

Para formar la línea de éstos en relación con el referido quebranto, pidió el ingeniero Guignard al comandante los calados de popa y proa y también de su batería.Deseoso Churruca de saber cómo utilizaba el ingeniero aquellos datos para conseguir su objeto, con la sencillez de un hombre de ciencia, se lo preguntó; más el francés se negó a satisfacer su curiosidad, diciéndole que era un “secreto”.

Picado en su amor propio como científico, por tan necia negativa, se encerró en su cámara durante dos días enteros, haciendo cálculos que le diesen el resultado del famoso “secreto” del francés. Lo halló y radiante de alegría, salió al alcázar, exclamando: ¡lo encontré!, ¡lo encontré!.

Efectivamente, había penetrado ese “secreto” mediante una fórmula matemática, hoy ya muy conocida, merced a la cual se preparó la línea de piques, para que el navío entrase a carenar sobre ellos.Pero Churruca, más amante de la ciencia que el ingeniero francés, se dio prisa en vulgarizar esta fórmula, publicando una “Memoria” sobre ella y destruyendo así, el misterio de que tan ufano se mostraba Guignard.

Siempre ocupado por mejorar cuanto se relacionara con la Marina, objeto de una especie de culto, empleaba su permanencia en Brest perfeccionando y simplificando las maniobras; cuando recibió del gobierno el encargo de pasar a París con una misión científica. El primer cónsul Bonaparte, para quien todo mérito sobresaliente era un atractivo, conocía la fama del sabio español. Quiso verle y le acogió con las mayores demostraciones de aprecio. En París, en plena expansión napoleónica, halló la recepción que merecía.


Su estancia en la capital debía dejar en el alma de Churruca recuerdos muy gratos; para que nada le faltase, habiéndose publicado en Madrid por aquellos tiempos su carta esférica de las Antillas, adoptada por el gobierno francés junto con las demás que publicó, mando el gobierno presentar un ejemplar a Churruca por el conducto del prefecto marítimo, como un regalo y un homenaje rendido a su saber.

Añadió el primer cónsul un sable de honor, la prenda más estimable para un valiente.Si a estas demostraciones tan honoríficas, añadimos la distinción pública que le dispensó el general Gravina, comandante de la escuadra, saliendo a recibir al comandante del “Conquistador”, cuando regresó desde París a Brest, acto público que decía a toda la población el alto aprecio en que el general en jefe tenía a uno de sus subordinados, parecía que nada faltaba para la completa satisfacción de éste. Mas hecha la paz, el gobierno español cedió a Francia seis navíos de línea.

La fama del “Conquistador” era tanta, que considerándolo los marinos franceses como un modelo, le pidieron nominativamente entre los seis navíos que se les había de entregar.

Churruca, a quien todos los halagos del primer cónsul no alucinaban ni poco ni mucho, sobre los inconvenientes de la alianza francesa, desaprobaba sin rebozo la malhada cesión. Mas su dolor no tuvo límites cuando hubo de separarse de su amado navío que, en cierto modo él había creado, al cabo de tres años de esfuerzos constantes.

Volvió a Cádiz como pasajero en el navío “Concepción”; llego el veinticinco de mayo de 1802. Obtuvo una licencia para descansar de sus laboriosas tareas.

Aprovechó ésta repartiendo su tiempo entre dar una vuelta por su pueblo y un viaje al mediodía francés. En su retiro siguió ocupando útilmente el tiempo el célebre marino y no rehuyó la vara de alcalde de Motrico; desde Madrid le pedía el gobierno informes y dictámenes relativos a la Armada, en cuyos trabajos se complacía.

En noviembre de 1803 se le dio el mando del navío “Príncipe de Asturias”; a muy poco de estar a las órdenes de su nuevo comandante, fue este navío otro modelo como el anterior. Todo lo que dirigía llevaba el sello de su inagotable sabiduría.

Los cuidados del mando y de la organización de su navío, no fueron obstáculo para que revisase, en compañía de don Antonio Escaño, el “Diccionario de Marina”.

El gobierno le encargó también de hacer experiencias de puntería; como resultado redactó un tratado de puntería para la Armada, que en España y en el extranjero ha servido mucho tiempo de guía.

Daba la última mano a la organización de su navío, cuando pidió el mando del navío “San Juan Nepomuceno” carenado de nuevo. El gobierno accedió a la demanda, añadiendo por Real Orden, un permiso especial del Almirantazgo para armarlo y prepararlo a su conveniencia, pero no pudo hacerlo con entera satisfacción debido a envidias y dejadez de los mandos del Arsenal, el propio Churruca se lamentaba de esto a un amigo: "... va a quedar no solamente muy lejos de tal estado [de bien preparado], sino peor que algunos otros de la escuadra, pues la real orden ha hecho que sea yo la 'bete noire' para los que mandan el arsenal y la baliza".

En medio de estas múltiples faenas de su carrera, un día pensó en su propia felicidad, buscando una digna compañera. Casó con Doña María de los Dolores Ruiz de Apodaca, hija de don Vicente, brigadier que fue de la Armada y sobrina carnal del capitán general conde del Venadito.

Contados estaban los días del sabio español y esposo.
Amaneció el infausto día veintiuno de octubre, mando clavar la bandera y sólo se arrió, cuando la muerte más sublime vino a coronar esa vida, honra de España y honra de la humanidad.


José de San Martín

José de San Martín


José Francisco de San Martín y Matorras.



(José Francisco de San Martín y Matorras; Yapeyú, hoy San Martín, Corrientes, Argentina, 1778 - Boulogne-sur-Mer, Francia, 1850) Héroe de la independencia americana, libertador de Chile y Perú.

Biografia

Hijo de Juan de San Martín, teniente gobernador de Corrientes, y de Gregoria Matorras, el pequeño José Francisco se crió en el seno de una familia española que no tardó en preferir volver a su país a quedarse en aquellos turbulentos estados coloniales. En 1784 pasó con su familia a España; en 1787 ingresó en el Seminario de Nobles de Madrid, donde aprendió retórica, matemáticas, geografía, ciencias naturales, francés, latín, dibujo y música.

Dos años después pidió y obtuvo el ingreso como cadete en el Regimiento de Murcia. Fue éste el origen de una brillante y vertiginosa carrera militar que tendría su bautismo de fuego en el sitio de Orán (1791), en la campaña de Melilla; trece años tenía entonces el futuro libertador.

Más tarde intervino en las guerras del Rosellón (1793) y de las Naranjas (1801), mereciendo sucesivos ascensos por su actuación; en 1803 era ya capitán de infantería en el regimiento de voluntarios de Campo Mayor. Cuando la invasión napoleónica de la península dio lugar a la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), su arrojo contra los invasores franceses en la batalla de Bailén (1808) le valdría ser nombrado teniente coronel de caballería.

La emancipación de América

Tras esta fulgurante carrera en el ejército español, y poco después de estallar la revolución emancipadora en América, San Martín, que había mantenido contactos con las logias masónicas que simpatizaban con el movimiento independentista, reorientó su vida hacia la causa emancipadora. El sentimiento de su identidad americana y su ideario liberal, desarrollado en el clima espiritual surgido tras la Revolución Francesa y en la lectura de los enciclopedistas e ilustrados franceses y españoles, lo determinaron a contribuir a la libertad de su patria.

Inició así una nueva etapa de su vida que lo convertiría, junto con Simón Bolívar, en una de las personalidades más destacadas de la guerra de emancipación americana. Solicitó la baja en el ejército español y marchó primero a Londres (1811), donde permaneció casi cuatro meses. Allí asistió a las sesiones de la Gran Reunión Americana, fundada por Francisco de Miranda, que fue la organización madre de varias otras esparcidas por América con idénticos fines: la independencia y organización de los pueblos americanos.

La Gesta de los Andes

Incómodo ante las suspicacias bonaerenses, y de acuerdo con sus compañeros de la logia Lautaro, José de San Martín pensaba que todos los esfuerzos debían orientarse hacia la liberación de Perú, principal bastión realista en América. Bloqueada la ruta del Alto Perú (la actual Bolivia), empezó a madurar su plan de conquista de Perú desde Chile; con este objetivo obtuvo la gobernación de Cuyo, lo que le permitió establecerse en Mendoza (1814) y preparar desde allí su ofensiva.

Mientras tanto, en Chile, Bernardo O'Higgins y José Miguel Carrera habían unido sus fuerzas para sostener la estratégica ciudad de Rancagua; con su derrota a manos de los realistas finalizaba la intentona independentista chilena del periodo denominado la Patria Vieja (1810-1814). La caída de la Patria Vieja y la llegada a Mendoza de los refugiados chilenos complicó los planes de San Martín, que esperaba atacar Perú desde un Chile independiente y aliado; era prioritario, pues, liberar Chile.

La liberación de Perú

Pero esta gran hazaña de San Martín perseguía, como ya se ha indicado, una meta mucho más ambiciosa, y respondía a la estrategia continental del libertador. Desde esa perspectiva más amplia, la conquista de Chile era sólo un paso necesario: San Martín comprendió que para sacudir el yugo español del continente era preciso conseguir el dominio naval del Pacífico y la ocupación del virreinato del Perú, verdadero centro del poder realista. El mismo virrey peruano Pezuela consideró con lucidez la situación creada tras el cruce de los Andes y la batalla de Chacabuco, señalando que esta campaña "trastornó enteramente el estado de las cosas, dio a los disidentes puestos cómodos para dominar el Pacífico y cambió el teatro de la guerra para dominar el poder español en sus fundamentos."

A partir de este momento, los esfuerzos de San Martín se centraron en la organización de la gran escuadra que había de transportar a las tropas libertadoras a Perú. Viajó a Buenos Aires a fin de solicitar lo necesario para la campaña; sin embargo, lo que recibió fue la oferta de intervenir directamente en las disputas internas del país, cosa que rechazó.

A su regreso a Chile, las fuerzas patriotas fueron derrotadas en Cancha Rayada por el ejército realista de Mariano Osorio. San Martín reorganizó las desmoralizadas tropas criollas y venció a Osorio en los llanos de Maipú (5 de abril de 1818); al término de esta batalla, con la que quedaba asegurada la libertad chilena, tuvo lugar el célebre abrazo entre San Martín y O'Higgins. Aún después de destruidos los últimos focos de resistencia española, San Martín tuvo que vencer tremendos obstáculos: la falta de dinero, las diferencias políticas y la rivalidad y envidia de sus enemigos; pero los muchos meses dedicados a la organización de la campaña de Perú acabarían dando su fruto.

Finalizados los preparativos, la escuadra zarpó de Valparaíso (Chile) el 20 de agosto de 1820, transportando un ejército de 4.500 hombres, y desembarcó en la playa de Paracas (cerca de Pisco, Perú) el 8 de septiembre. San Martín intentó una negociación con el virrey Pezuela, y luego con su sucesor, José de la Serna, con el que se entrevistó el 2 de junio de 1821: el libertador expuso allí su oferta de un arreglo pacífico, que incluía la independencia de Perú y la implantación de un régimen monárquico con un rey español, ofreciendo a La Serna la regencia interina. Fracasadas las negociaciones, San Martín ocupó Lima y proclamó solemnemente la independencia (28 de julio), pese a que el ejército realista aún controlaba gran parte del territorio virreinal.
San Martín desembarca en Paracas (1820)

Nombrado Protector de Perú, mientras enviados suyos gestionaban en las Cortes europeas el establecimiento de una monarquía, la incertidumbre de su situación militar contrastaba con la consolidación de Simón Bolívar en la Gran Colombia y la total liberación de Quito tras la Batalla de Pichincha. Hostilizado por los españoles que se habían hecho fuertes en las montañas, con su ejército desgastado por la prolongada campaña y con su poder minado por las disensiones entre los patriotas, San Martín hubo de sostener una lucha constante.

La ocupación de Guayaquil, ciudad reivindicada por Perú, fue el motivo inmediato de su célebre entrevista con Simón Bolívar (julio de 1822), en la que había de tratarse el futuro del continente y cuyo contenido exacto es aún objeto de múltiples discusiones, pero que sin duda debió de desalentar a San Martín; nada más regresar a Lima, y ante la creciente oposición peruana a su política, convocó el Congreso y presentó la renuncia a su cargo de Protector (20 de septiembre de 1822), dos años antes de que la victoria de Ayacucho pusiera fin definitivamente a la dominación española en Perú y en todo el continente.

El retiro

San Martín había decidido retirarse; consideraba cumplido su deber de liberar a los pueblos y no quiso participar en las luchas intestinas por el poder. En octubre de 1822 llegó a Chile; en verano de 1823 cruzó los Andes y pasó a Mendoza con la idea de establecerse allí, apartado de la vida pública. Pero las muchas críticas adversas que le atribuían aspiraciones de mando y el fallecimiento de su esposa lo determinaron a partir en febrero de 1824 rumbo a Europa, acompañado por su hija Merceditas, que en esa época tenía siete años.

Residió un tiempo en Gran Bretaña y de allí se trasladó a Bruselas (Bélgica), donde vivió modestamente; su menguada renta apenas le alcanzaba para pagar el colegio de Mercedes. Hacia 1827 se deterioró su salud, resentida por el reumatismo, y su situación económica: las rentas apenas le llegaban para su manutención. Durante esos años en Europa arrastró además una incurable nostalgia de su patria.

Su última tentativa de regreso tuvo lugar en 1829. Dos años antes había ofrecido sus servicios a las autoridades argentinas para la guerra contra el Imperio brasileño; en esta ocasión, embarcó hacia Buenos Aires con la intención de mediar en el devastador conflicto entre federalistas y centralistas. Sin embargo, al llegar encontró su patria en tal grado de descomposición por las luchas fraticidas que desistió de su intento, y, pese a los requerimientos de algunos amigos, no puso pie en la añorada costa argentina.

Regresó a Bélgica y en 1831 pasó a París, donde residió junto al Sena, en la finca de Grand-Bourg. Gracias a la solicitud de su pródigo amigo don Alejandro Aguado, compañero de armas en España, pudo pasar el postrero tramo de su vida sin vergonzosas estrecheces. En 1848 se instaló en su definitiva residencia de Boulogne-sur-Mer (Francia), donde moriría en 1850.


Referencias:

Abdón Calderón

Abdón Calderón 

Abdón Calderón Guaraycoa




Biografia

Abdón Calderón fue un destacado y valiente militar de origen ecuatoriano que pelearía a favor del bando patriota y como consecuencia de ese gran compromiso con la independencia fallecería muy joven en el campo de batalla.
Dos años tan solo prestaría servicio, sin embargo, serían suficientes para demostrar su arrojo y para pasar a la posteridad por su heroísmo en la lucha a favor de sus ideales.

Abdón Calderón Garaycoa nació en Cuenca, Ecuador, un 30 de julio del año 1804, que por aquel tiempo era una división territorial que integraba el Reino de Quito.

El padre de Abdón fue funcionario colonial en Cuenca, más precisamente Contador de las Cajas Reales, mientras que su mamá formaba parte de una de las familias prominentes del puerto.

Si bien desde temprana edad había demostrado inclinaciones hacia las armas sería el compromiso de su padre con la causa patriota el que lo impulsaría a sumarse al ejército patriota.

Su papá apoyó a las huestes patriotas en el año 1810 y a causa de ello fue perseguido y apresado.
Cuando recuperó la libertad se integró al ejército y perteneció al bando sanchista o también llamado radical.

En 1812 tras ser derrotado es fusilado. Por supuesto este hecho marcaría a fuego al pequeño patriota que recogería el legado de su papá.
Cuando en 1820 la independencia de Guayaquil fue un hecho el dirigente político José Joaquín de Olmedo y Maruri crea un ejército que se conocería como División Protectora de Quito y que tendría como misión final extender la independencia.

Inmediatamente y seducido por la propuesta, Abdón, se alista en el mismo y logra rápidamente el grado de teniente en el batallón Voluntarios de la Patria.
En cada incursión militar que protagonizó se destacó por su arrojo y muchos de sus colegas supieron destacar especialmente esta cualidad de Abdón.
La Batalla de Pichincha sería su último combate pero también el más inolvidable.
La historia relata que a pesar de haber sufrido cuatro heridas de bala mortales supo hasta el último aliento de su vida animar a sus compañeros y sostener incólume la bandera que hoy distingue a Guayaquil.
Dos semanas después de aquel hecho, el 7 de junio del año 1822, falleció en Quito, tenía nada más que 18 años.

A modo de homenaje hay dos colegios militares, uno en Quito y otro en Cuenca, que llevan su nombre.



Referencias:

Eloy Alfaro

Eloy Alfaro

José Eloy Alfaro Delgado 



Biografia

(Montecristi, Ecuador, 1842 - Quito, 1912) Militar y político ecuatoriano, máximo representante del liberalismo radical, que fue presidente de la república en los períodos 1895-1901 y 1906-1911.

Eloy Alfaro era hijo del comerciante español Manuel Alfaro y la manabita Natividad Delgado. Su padre se dedicaba a la exportación y Alfaro participó en los negocios paternos, viajando al Perú, Colombia, América Central y el Caribe. En lo político se inclinó por el liberalismo, y en 1864 participó en una fracasada insurrección contra Gabriel García Moreno. Exiliado en Panamá, emprendió allí varios negocios con éxito. En 1872, y siendo ya un hombre rico, contrajo matrimonio con Ana Paredes Arosemena, hija de uno de los notables del Istmo.

En 1875, tras el asesinato de García Moreno, Alfaro volvió al Ecuador y combatió al gobierno de Antonio Borrero. Apoyó el golpe de Estado de Ignacio de Veintemilla en contra de Borrero, el 8 de septiembre de 1876, tras el cual fue nombrado coronel. Pero meses después se declaró contrario a Veintemilla, que no cumplió el programa liberal prometido. A inicios de 1883, Alfaro fue proclamado jefe supremo de Manabí y Esmeraldas y organizó un ejército que derrotó al dictador, cuyo último reducto, Guayaquil, cayó el 9 de julio de 1883.

Tras el triunfo "restaurador", como se llamó al movimiento coligado en contra de Veintemilla, una Asamblea Constituyente eligió como presidente a José María Plácido Caamaño, frente a Alfaro, sostenido por los liberales. En 1884, cuando Caamaño se instaló en el poder, Alfaro encabezó una nueva revuelta que suspendió tras casi cuatro años de lucha, dedicándose entonces a los contactos internacionales. Sus adversarios se referían a él con el sobrenombre burlesco de "general de las derrotas", debido a sus fracasos militares.

Pero las cosas cambiaron al estallar el escándalo de "la venta de la bandera", el 3 de enero de 1895. En junio de ese año se desató la Revolución Liberal en Guayaquil: el presidente Luis Cordero debió renunciar, y Alfaro, que estaba en Panamá, fue proclamado jefe supremo. Alfaro llegó a Guayaquil el 19 de junio de 1895, e inmediatamente preparó el ataque contra los conservadores, atrincherados en la Sierra, a quienes los liberales derrotaron en San Miguel de Chimbo, Gatazo y El Girón antes de llegar a Quito, el 4 de septiembre.

Más tarde, el 12 de enero de 1897, una Asamblea Constituyente, tras expedir la undécima Constitución, se pronunció por el liberalismo y eligió como presidente a Alfaro. Durante su primer gobierno, que concluyó en 1901, Alfaro se dedicó a consolidar el triunfo liberal, a establecer la separación entre la Iglesia y el Estado y a impulsar la construcción del ferrocarril entre Quito y Guayaquil.

Más notable fue el segundo gobierno alfarista, vigente entre enero de 1906 y agosto de 1911. En este período se promulgó la Constitución de 1906, "la carta magna del liberalismo ecuatoriano"; se continuó la construcción del ferrocarril transandino, que arribó a Quito el 25 de junio de 1908; se consolidó la secularización en la enseñanza pública, y se realizaron también obras de infraestructura y comunicación.

En 1910 el conflicto limítrofe con el Perú estuvo a punto de provocar la guerra. Entretanto, se produjeron fisuras en el partido liberal, donde se enfrentaban el liberalismo radical de Alfaro y el liberalismo oligárquico de Leónidas Plaza Gutiérrez. En las elecciones de 1911, el gobierno alfarista impuso a su candidato Emilio Estrada mediante un fraude, pero Alfaro se arrepintió de tal maniobra y quiso obtener la renuncia de Estrada mediante la convocatoria a un congreso extraordinario. Para entonces, el placismo se había aliado con Estrada en contra de Alfaro, que fue depuesto por el pueblo y el ejército y debió abandonar el país.

Entonces asumió el poder Carlos Freile Zaldumbide, quien entregó la presidencia al electo Emilio Estrada en diciembre de ese año. Pero Estrada falleció y Freile Zaldumbide asumió la presidencia. Alfaro y otros dirigentes radicales regresaron al país pensando influir en la designación de un nuevo mandatario, pero Freile Zaldumbide los apresó en Guayaquil.

Trasladados a Quito, el 28 de enero de 1912 una turba asaltó la prisión y acabó con Eloy Alfaro, Flavio y Medardo Alfaro, Luciano Coral, Ulpiano Páez y Manuel Serrano. Sus cuerpos, arrastrados a modo de trofeos sangrientos por la ciudad, fueron quemados en El Ejido. Al parecer, una oscura alianza entre el placismo y los conservadores fue el origen de esta acción criminal.

La obra de Alfaro, apelado el viejo Luchador, es una de las más notables de los gobernantes del Ecuador, tanto por las transformaciones ideológicas que logró como por las obras que realizó. Fueron también numerosas sus intervenciones en el campo social: exoneró del tributo territorial a los indios de la Sierra y a los montuvios de la Costa; suprimió la prisión por deudas; permitió la participación de la mujer en cargos administrativos; y promovió escuelas y centros de educación.

En el campo internacional promovió una reunión de representantes hispanoamericanos en México para la formación de un Derecho Público Americano; intervino ante la reina María Cristina en favor de la independencia de Cuba y luchó por resucitar la idea de la «Gran Colombia» de Bolívar; en torno a él se unió el pueblo frente al Perú, pero no lo respaldó en su idea de alquilar a Estados Unidos las islas Galápagos.

Alfaro es una de las más fuertes personalidades que han guiado al pueblo ecuatoriano. Considerado, por unos, paladín de las libertades e instaurador de la democracia en su país, fue, para otros, la encarnación del anticlericalismo y del despotismo político. Su militarismo, prepotencia y carácter dictatorial lo llevaron a conculcar los derechos de sus adversarios en nombre de la ideología radical de su partido, y le ganó la airada protesta de los intelectuales del país y el rechazo, y el odio incluso, de muchos de sus copartidarios. Pero para el partido liberal ecuatoriano (e incluso de otros países), Alfaro ha pasado a la historia como el arquetipo y mártir de las ideas libertarias.


Francisco José de Caldas

Francisco José de Caldas 






Biografia

Francisco José de Caldas (4 de octubre de 1768 –28 de octubre de 1816) Nació en Popayán, Colombia. Geógrafo, científico, militar, astrónomo, naturalista y periodista colombiano (neogranadino). Fue conocido como “el Sabio” Caldas. Hijo de José de Caldas y Vicenta Tenorio, creció en el seno de una familia acomodada. Realizo su estudio en Colegio Seminario de Popayán, donde aprendió sobre Latinidad y Filosofía, en este fue instruido por José Félix de Restrepo. Con veinte años se traslada a Bogotá e ingresa al Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en la cual estudia Derecho, se gradúa en 1793.

Después de graduarse, retorna a Popayán, ciudad en la que se dedica a manejar el negocio de la familia y a realizar diversas negociaciones como comerciante. Desde pequeño Francisco José de Caldas se interesó en el estudio de numerosas disciplinas, dando especial importancia a las matemáticas, la astronomía y la botánica. Si bien, se dedicaba al comercio, Caldas siguió instruyéndose de forma autodidacta, tomando como referencia los estudios de Joseph Gumilla, Jorge Juan de Santacilia y otros, la mayoría de estos señalaban la necesidad de estudiar y actualizar los conocimientos que se tenían sobre América.

Mientras viajaba como comerciante, Francisco José de Caldas realizaba investigaciones y estudios sobre la zona en la que se encontraba, observaba y tomaba notas sobre la geografía, topografía, costumbres, arqueología, astronomía, la medicina utilizada en el lugar, con la información que recolectaba corregía y ahondaba sobre la información, reunida por investigadores europeos. Caldas invento el hipsómetro hacia 1973, herramienta que permite medir diferencia de alturas entre dos lugares por medio de la presión atmosférica. Entre 1973 y el comienzo de la década de 1800, Francisco José de Caldas , estuvo enfocado en sus funciones como comerciante y en el tiempo libre que dejaba su trabajo, lo dedicaba a inventar, investigar y ahondar en el ámbito científico. Si bien estaba interesado en la astronomía, no podía dedicarse de lleno a esta pues carecía de los instrumentos necesarios para esta, motivo por el cual decide cambiar de rama investigativa y enfocarse en la botánica.

En agosto de 1801, se relaciona con el director de la Real Expedición Botánica José Celestino Mutis, con el intercambia información sobre plantas, poco tiempo después conoce a Federico Alejandro von Humboldt y Aimé Bonpland, los cuales le instruyen sobre la catalogación y las técnicas del campo botánico. Cuatro años después Francisco José de Caldas, es incluido como astrónomo a la Real Expedición Botánica, motivo por el que se traslada a Santa fe. Una vez instalado, se le encarga el manejo del Observatorio Astronómico; el 11 de septiembre de 1808 fallece Mutis, dejando el mando de la expedición a su hijo, el cual avala a Caldas como encargado del Observatorio, además le asigna la enseñanza de la cátedra de matemáticas.

La vida de Francisco José de Caldas cambia el 20 de julio de 1810, día del grito de Independencia, puesto que el proyecto de la Expedición Botánica se ve afectado y el instituto fue cerrado en 1810, si bien Caldas trato de mantener el proyecto en pie, no lo logro. La posición de Francisco José de Caldas sobre la independencia era conservadora, el respaldaba una posición en el medio, que permitiera mantener las relaciones con España.Posteriormente Caldas, es nombrado Capitán del cuerpo de Ingenieros creado por Antonio Nariño, el cual para este entonces era el presidente de la Nueva Granada, después de todo lo sucedido Caldas se opone a la autoridad de Nariño, formando parte de una rebelión armada en oposición al presidente. La rebelión fracasa y  Caldas se traslada a Antioquia amedrantado. En Antioquia es escogido como Director de Fábricas e Ingeniero General, entre sus obras están la construcción de fortificaciones del río Cauca, realizo la instalación de una fábrica de fusiles y pólvora, instalo máquinas para la acuñación de monedas, entre otras

En el trascurso de este periodo creo el primer curso para la Academia de Ingenieros de Medellín, motivo por el cual es llamado el padre de la Ingeniera colombiana. En 1815, es escogido por Camilo Torres y Tenorio para la fundación de Escuela Militar, además de terminar el proyecto el atlas de la Nueva Granada entre otras tareas. El siguiente año el presidente José Fernández Madrid, le asigna como soldado en el ejército del norte, por este entonces la zona estaba siendo rodeada por el ejército de Pablo Morillo, era el momento de la reconquista; Francisco José de Caldas  logra huir, pero es capturado poco tiempo después en la batalla de la Cuchilla del Tambo, fue trasladado a Bogotá, en donde es juzgado y condenado a muerte, el 28 de octubre de 1816 y fusilado junto a Francisco Antonio Ulloa y otros.

Francisco José de Caldas  fue un hombre culto, uno de los más destacados criollos de ese entonces, sus investigaciones fueron de gran importancia, puesto que invitaron a ahondar en el campo de las ciencias desde América, trato de impulsar el desarrollo comercial del país, su obra fue publicada en toda su extensión de en el Semanario del Nuevo Reino de Granada, órgano de difusión del pensamiento científico y cultural de esa época.


Referencias:





Camilo Torres Tenorio

Camilo Torres Tenorio






Biografia

(Popayán, 1766 - Santafé de Bogotá, 1816) Abogado, político y patriota colombiano. Cuarto hijo (primer varón) de una familia de nueve hermanos, fue su padre el español Francisco Jerónimo de Torres, comerciante, minero y propietario de vastas extensiones territoriales al sur de Neiva, en la costa del Pacífico y en Popayán, casado con la payanesa María Teresa Tenorio.

Camilo Torres estudió en el Seminario de Popayán, en el que era rector el presbítero ecuatoriano Juan Mariano Grijalva y ejercía la docencia José Félix Restrepo. En aquellos tiempos se estaban revolucionando los métodos de enseñanza, de acuerdo con la reforma educativa propuesta por el fiscal Francisco Antonio Moreno y Escandón. Allí tomó clases de griego, latín, retórica, matemáticas, filosofía y teología, preparación ésta, especialmente la de lenguas clásicas, que le permitió dominar varios idiomas: italiano, francés, inglés y alemán.

Una vez que terminó el ciclo de estudios en Popayán, se trasladó a Santafé de Bogotá, donde obtuvo los títulos de bachiller y doctor en Derecho Canónico y Filosofía en el Colegio Mayor del Rosario, donde fue pasante, conciliario segundo y vicerrector. A los 28 años se recibió como abogado de la Real Audiencia y lo fue también de los Reales Consejos. Torres fue el más eminente de los abogados de su época, pues además de cumplir con todos los requisitos, recibió de la Corte española la facultad de litigar en todas las audiencias de América. De él opinó Humboldt que era "un coloso de la inteligencia".

Camilo Torres había estudiado en Popayán con Francisco Antonio Zea, Joaquín de Caycedo y Cuero, Francisco Antonio Ulloa y José María Cabal, así como con su primo Francisco José de Caldas. Con algunos de ellos volvió a encontrarse en Santafé y, al igual que la mayoría de los criollos cultos de la época, se vinculó a la actividad intelectual que por los primeros años de la última década del siglo XVIII distinguió la capital.

Participó, entonces, en la Tertulia del Buen Gusto, organizada por doña Manuela Sanz de Santamaría y Prieto, quien tenía un gabinete de historia natural ordenado y clasificado por ella misma. En dicha tertulia se hablaba de literatura y cuestiones científicas, se improvisaban versos y se trataban temas frívolos al calor de un tradicional chocolate santafereño; en ella participaron el cartagenero José Fernández Madrid, el payanés Francisco Antonio Ulloa (viejo amigo de Torres), el timaneyo José Miguel Gutiérrez de Caviedes, el cartagenero Manuel Rodríguez Torices y el bumangés Custodio García Rovira, personajes que desempeñaron un papel importante en la primera independencia, todos ellos egresados del Colegio Mayor del Rosario o del San Bartolomé, los dos centros docentes más importantes de la capital.

En 1794, Camilo Torres se vio involucrado en el llamado "Motín de los pasquines": las paredes de Santafé amanecieron cubiertas de pliegos manuscritos que contenían protestas contra la opresión del gobierno español. Dicho movimiento, el primero que se presentaba después de los Comuneros, fue promovido por los estudiantes del Rosario y estaba íntimamente ligado a la publicación de Los derechos del hombre y del ciudadano que realizó Antonio Nariño; se acusó entonces a Torres por ser catedrático del Rosario y amigo de Francisco Antonio Zea; las autoridades allanaron su biblioteca y encontraron gran cantidad de libros en francés que fueron llevados para que la Inquisición los analizara, pero el dictamen favoreció a Torres y salió absuelto de toda culpa.

Frente a sus amigos implicados en estos hechos, Torres asumió una posición ambivalente: adelantó una de sus más importantes intervenciones judiciales cuando actuó en defensa de Francisco Antonio Zea, quien finalmente fue desterrado a Cádiz, junto con otros conspiradores, el 3 de noviembre de 1795. Sin embargo, se negó a defender al Precursor Antonio Nariño, pese a ser su amigo personal.

En 1795 asumió la defensa de los estudiantes payaneses sindicados de sedición, Nicolás y Juan José Hurtado, en sociedad con el abogado Luis de Ovalle. En 1797 defendió al cura Eloy de Valenzuela, antiguo subdirector de la Real Expedición Botánica y en ese momento párroco de Girón, quien había sido acusado de pronunciar un sermón revolucionario.

Torres también actuó como abogado de pobres, cargo desde el cual defendió ocasionalmente a algunas personas de escasos recursos económicos. Por lo general, se distinguió como defensor de los privilegios institucionales del sector criollo residenciado en Santafé. También se ocupó de consolidar una importante fortuna, para lo cual recurrió con frecuencia a sus conocimientos jurídicos. Fue así como adelantó una brillante defensa en favor de su hermano Miguel y asociados sobre el bergantín inglés El Vigilante, apresado por ellos y cuya propiedad les correspondía, a pesar del desconocimiento por parte del presidente de Quito, barón de Corondelet. En 1802 Camilo Torres contrajo matrimonio con Francisca Prieto Ricaurte, con quien tuvo seis hijos.

El Memorial de agravios

En 1808, Napoleón Bonaparte invadió España y colocó a su hermano José I Bonaparte en el trono español; como consecuencia, la política colonial de las Cortes españolas cambió. Se constituyó la Junta Suprema de España e Indias, que se erigió en gobierno general del reino.

En esa coyuntura surgió la figura política de Camilo Torres, que se declaró antirregentista y partidario de Fernando VII; se opuso a las determinaciones tomadas en la metrópoli, ya que, pese a estar ésta ocupada, continuaba exigiendo obediencia a las colonias. Propuso seguir el ejemplo de las provincias españolas que se proclamaron soberanas para apoyar irrestrictamente al rey de España, lo que significaba crear juntas provinciales de gobierno, a la manera de las de la Península, en la Nueva Granada, desconociendo la Junta de Sevilla.

Pese a la protesta de Torres y de muchas otras voces en las diferentes colonias, la Junta sevillana, aún bajo el dominio de José Bonaparte, declaró que las propiedades allende el mar eran prioridad de la monarquía española y autorizó la presencia de sus representantes en la Junta Central, pero en un número inferior al de los españoles. El ambiente político de las colonias se caldeó cada vez más.

La nominación de candidatos, por terna, se realizó en los cabildos de Santafé y de las principales ciudades de las provincias. Una vez nominados los candidatos, el representante se designó en un sorteo en que resultó elegido Antonio de Narváez. Por su parte, Camilo Torres fue nominado por Popayán. Fue nombrado asesor del Cabildo de Santafé, corporación que se había convertido en el baluarte de los criollos. Fue además asesor de la Casa de Moneda. Desde tales cargos Camilo Torres sentó su airada protesta contra la Junta Central española, en un opúsculo que se ha llamado el Memorial de agravios y cuyo título es Representación del Cabildo de Bogotá a la Suprema Junta Central de España.

En ese documento, Torres dio una respuesta, en nombre del Cabildo de Santafé, a la Junta Central ante la intención de permitir americanos en ese organismo, pero en un número irrisorio. Es, por lo tanto, una aguda crítica al régimen colonial, aunque no llega a pronunciarse abiertamente sobre la separación definitiva de las colonias americanas de España. Afirmó que América y España, Las Españas, eran parte de un reino con iguales derechos, y por tanto ninguna de las partes podía imponer leyes sobre la otra. Denunció la discriminación contra los criollos y pidió para este sector el derecho a ocupar posiciones de alto rango.

El documento nunca llegó a España y el virrey no quiso prestarle atención, hasta el punto de que nombró a seis españoles como miembros del Consejo y más tarde desconoció el nombramiento de Luis Caicedo como alférez real, medidas todas que impidieron el pacto colonial y permitieron la ola cada vez más creciente de motines en las distintas provincias de la Nueva Granada.

La conjura del observatorio astronómico

Camilo Torres participó activamente en los hechos del 20 de julio de 1810 en Santafé de Bogotá. Planeó la conjura en el observatorio astronómico que dirigía su primo Francisco José de Caldas, formó parte de la Junta de Gobierno constituida luego de los incidentes, y le comunicó al virrey Amar y Borbón la decisión de la Junta para que pusiese a las órdenes de ésta el depósito y el parque de artillería. Acorde con su posición de defensa de los derechos del rey de España, propuso que el virrey fuera el presidente de la Junta Suprema, medida que fue desaprobada popularmente, pese a lo cual continuó insistiendo en que debía existir un entendimiento entre las partes (patriotas y españoles europeos), al punto que fue vocal-secretario en el manifiesto del 18 de septiembre de 1810 levantado con tal fin.

En diciembre de 1810, Torres participó como diputado por Pamplona en el Supremo Congreso. Exigió que no se aceptara a Emigdio Benítez la credencial que lo acreditaba como diputado por Sogamoso; tal petición recibió voto negativo de los demás miembros, y Torres se retiró junto con León Romero (delegado por Mariquita), Joaquín Camacho y Manuel de Bernardo Álvarez (delegado por Santafé).

El 11 de enero de 1811 se llevaron a cabo las elecciones para el Colegio Electoral de Cundinamarca. Torres resultó elegido, junto con Manuel Camacho y Quesada, por la Catedral, y con su viejo amigo Frutos Joaquín Gutiérrez fue electo secretario de dicha institución colegiada, que sesionó durante un mes, al cabo del cual se proclamó la primera Constitución de carácter monárquico de la provincia de Cundinamarca y se nombró como presidente a Jorge Tadeo Lozano.

Desde un comienzo Torres había defendido la tradición de los cabildos autónomos, pues consideraba justo que las provincias ejercieran su soberanía, y por ende el federalismo, posición que no era compartida por Antonio Nariño y otro grupo de criollos llamados centralistas. El Precursor Antonio Nariño asumió la Presidencia el 21 de septiembre de 1811, y la rivalidad entre las dos formas de gobierno fue cada vez más notoria, al punto que se formaron dos partidos: el de los "pateadores" encabezado por Nariño y el de los "carracos" dirigido por Torres; de esta última facción formaban parte la mayoría de los miembros de las Juntas de Notables establecidas desde el grito de Independencia.

El 27 de noviembre de 1811, un número minoritario de delegados reunidos en Santafé firmó el Acta de Federación de las Provincias Unidas de la Nueva Granada, de la que Torres fue redactor y principal promotor, como diputado por la provincia de Pamplona. En dicho documento se conservó la antigua división administrativa, las provincias cedieron al Congreso la defensa militar, dispusieron que éste ejerciera las funciones legislativas y ejecutivas, y rompieron definitivamente con el regentismo, así como, días después, con el gobierno de Antonio Nariño en Cundinamarca.

Camilo Torres fue elegido presidente del Congreso y jefe del ejecutivo nacional, cargos que ejerció entre 1812 y 1814, y para los que fue nombrado en el Congreso federalista reunido en Villa de Leiva el 4 de octubre de 1812. El centro de la facción federalista fue Tunja, desde donde se emprendió una ofensiva militar contra el gobierno de Cundinamarca.

Se encendió así la primera guerra civil, que estremeció al país y dio la victoria los centralistas de Nariño. Poco después fue negociada la paz entre los dos gobiernos, la cual duró hasta noviembre de 1814, cuando, ante la derrota de Antonio Nariño en las provincias del Sur, los ejércitos federalistas comandados por Simón Bolívar sometieron, el 11 de diciembre de 1814, al presidente Manuel de Bernardo Álvarez.

Torres fue elegido presidente de las Provincias Unidas, pero ante la inminente reconquista española y el caos reinante (pues durante los cuatro años de vida independiente poco se había hecho por organizar el nuevo gobierno), su mandato fue débil, sin posibilidades de actuación; lo único importante fue que planteó a los españoles una fórmula de compromiso para preservar la República del desastre; por otra parte, ascendió al coronel Serviez a general, y le dio la misión de organizar un nuevo ejército con los restos de Tunja y Cachirí.

Finalmente, renunció a la presidencia en marzo de 1816; cedió el cargo a José Fernández Madrid. Viajó a Popayán, donde se entregó al jefe realista Francisco Warleta, quien lo encarceló y envió a Santafé, donde fue fusilado y colgado de la horca; su cabeza se exhibió ante el pueblo y sus bienes fueron confiscados.