jueves, 28 de marzo de 2019

José María Córdova

José María Córdoba



 


(José María Córdova o Córdoba Muñoz; La Concepción, 1799 - El Santuario, 1829) Militar colombiano. Conocido como El héroe de Ayacucho por su importante papel en esa decisiva batalla, fue uno de los militares más destacados de las Guerras de Emancipación de la América latina (1810-1826), durante las cuales sirvió en las tropas de José Antonio Páez, Simón Bolívar y Antonio José de Sucre. Por su activa participación en las sucesivos combates de la Guerra de Independencia de Colombia (1810-1819) se le considera uno de los próceres de la independencia del país.

José María Córdoba nació en La Concepción, Antioquia, el 8 de septiembre de 1799, en el hogar formado por el alcalde del lugar, Crisanto de Córdova y Mesa, y por Pascuala Muñoz Castrillón. En 1802, la familia se trasladó a la población minera de San Vicente, donde José María recibió por toda instrucción la doctrina o catecismo de los sábados. En 1808, el padre decidió por el bien de sus negocios y de sus hijos radicarse en Rionegro; allí aprendió José María a leer y escribir. Al igual que otros destacados patriotas, su educación fue, sobre todo, autodidacta. Tres años después, en 1811, acompañó a su padre en viaje de negocios a Cartagena, cuando ya se había decretado la independencia absoluta de España.

En 1814, el sabio Francisco José de Caldas organizó en Medellín el Cuerpo de Ingenieros de la República de Antioquia, al cual ingresó José María. Era el inicio de su carrera militar, que continuó con el general Emmanuel Serviez cuando éste marchó hacia el sur para apoyar al ejército patriótico que luchaba en el Cauca. El primer combate en que participó fue el de Río Palo, en un batallón comandado por José María Cabal; cumplió un brillante desempeño y el hasta entonces subteniente fue ascendido en el mismo campo de batalla a teniente efectivo. Luego de la derrota de la Cuchilla del Tambo, en 1816, un reducido número de hombres encabezados por Serviez y Francisco de Paula Santander se refugió en los llanos orientales; José María Córdoba se incorporó a ese contingente.

En el Casanare, el joven teniente mostró un comportamiento ejemplar y dominaba el caballo como cualquier llanero, cosa que llamó la atención, pues casi ninguno de los miembros del vencido ejército sabía montar bien. Córdoba participó en la batalla del Bajo Apure, planeada por José Antonio Páez para apoderarse de la caballada de los ejércitos realistas. Allí el León de Apure obtuvo la primera victoria patriota después de la reconquista española. Tras la batalla, Serviez fue asesinado en noviembre de 1816, en un bohío frente a la villa de Achaguas, presuntamente por órdenes de Páez. Córdoba, que estimaba a Serviez (había sido su maestro de armas y de él había aprendido todo lo que sabía), intentó fugarse del campamento, pero fue arrestado y acusado de deserción. Cuando un consejo lo condenó a muerte, un grupo de oficiales encabezados por el caudillo casanareño Juan Nepomuceno Moreno intercedió por él. Córdoba fue perdonado y obligado a incorporarse de nuevo al escuadrón primero.

Córdoba marchó a Guayana en 1817 y el Libertador Simón Bolívar lo incorporó a su Estado Mayor en junio de ese año. Participó en la toma de Angostura y presenció, el 16 de octubre, el fusilamiento del general rebelde Manuel Piar. El 14 de noviembre fue ascendido a capitán de caballería y pasó a ser ayudante de campo de Carlos Soublette, jefe de Estado Mayor General. El 31 de diciembre de 1817 el general Bolívar viajó por el Orinoco con el propósito de reunirse con Páez, encuentro que tuvo lugar en Cañafístula el 30 de enero de 1818. En dicha reunión se acordó que el León de Apure debía apoderarse del importantísimo punto de Calabozo, acción que se cumplió el 12 de febrero; allí el Libertador pudo aniquilar las fuerzas de Pablo Morillo, pero no lo hizo y los realistas se parapetaron en El Sombrero. Hubo combate en El Semen y los patriotas fueron derrotados; tras reagrupar las tropas diseminadas, volvieron a enfrentarse a los españoles en el campo de Ortiz, sin que resultara un claro vencedor. En todas esas acciones el capitán Córdoba mostró gran valentía y grandes dotes como estratega y guerrero.

Una vez que Bolívar fue elegido en Angostura, el 15 de febrero de 1819, como presidente de la República, decidió libertar primero a la Nueva Granada; se reunió con Páez y Santander en Mantecal e inició, el 15 de junio, el cruce de los Andes, con la intención de tomar Santafé de Bogotá. El 25 de julio de 1819, en la batalla del Pantano de Vargas, luego de la famosa carga de los catorce lanceros encabezados por el coronel Juan José Rondón y de seis horas de duro combate, las tropas patriotas derrotaron a los españoles y prácticamente sellaron la independencia. Córdoba formó parte del batallón que comandaba el general José Antonio Anzoátegui. El triunfo definitivo de las huestes republicanas se dio el 7 de agosto en el Puente de Boyacá.

El batallón del general Anzoátegui, del que formaba parte Córdoba, fue comisionado el 10 de agosto de 1819 para perseguir al virrey Juan Sámano. Llegado el destacamento a Honda, Córdoba se separó el 20 de agosto con una pequeña tropa de cien hombres y marchó a Antioquia, donde Bolívar le había encomendado desalojar definitivamente los últimos reductos del ejército realista en la provincia y en la Costa Atlántica. Una vez que llegó a territorio antioqueño, el joven capitán lo organizó militar y políticamente: llamó a filas a los oficiales y soldados que hubieran colaborado con la República anteriormente, y con la ayuda del capitán Carlos Robledo tomó Medellín, nombró a José Manuel Restrepo, el 31 de agosto, como gobernador político y despachó, el 9 de septiembre, a Juan María Gómez al Chocó, con orden de desalojar de la región a los españoles.

La presión que los españoles ejercieron sobre Antioquia fue grande. Sin embargo, Córdoba supo enfrentarse a la situación; no vaciló en fusilar a quienes se opusieron a la República, incautó bienes y expulsó por orden del Libertador a los realistas sospechosos. En el campo administrativo también se mostró muy activo: reorganizó la imprenta y la fábrica de pólvora y fortaleció el fisco mediante la regulación de la renta de los estancos de tabaco y aguardiente. La victoria definitiva de los patriotas sobre los realistas en territorio antioqueño la lideró Córdoba cuando, el 12 de febrero de 1820, se enfrentó en el sitio de Chorros-Blancos a los coroneles españoles Francisco Warleta y Carlos Tolrá, a quienes derrotó en una batalla de apenas una hora de duración.

Después del triunfo, Bolívar le pidió que recuperara Mompós y el río Magdalena, arteria fluvial de capital importancia para la economía del país. Lo nombró comandante general de las columnas de operaciones del Cauca y Magdalena. Córdoba marchó presto a cumplir la orden del Libertador y el 3 de junio de 1820 ocupó Magangué, el 20 de junio recuperó Mompós y a finales del mes el teniente coronel Hermógenes Maza, lugarteniente de Córdoba, tomó Tenerife: así el río Magdalena quedó limpio de chapetones.
Muerte
Un mes antes de fallecer, Córdova le escribió a Simón Bolívar indicándole que no estaba dispuesto a traicionar sus juramentos ni faltar a su deber. Le recordó: “Todos hemos jurado sostener la libertad de la república, bajo un gobierno popular, representativo, alternativo y electivo, cuyos magistrados deben ser todos responsables; y sin renunciar al honor, no podríamos prestar nuestra aquiescencia a la continuación de un gobierno absoluto, ni al establecimiento de una monarquía, sea cual fuere el nombre de su monarca”.
Así, Córdova se levantó en armas contra Bolívar, como también lo hicieron en el sur de Colombia José María Obando y José Hilario López. En respuesta a dicha insurrección, en Bogotá se organizó un ejército de 800 hombres del Batallón Rifles, con varios oficiales extranjeros como Carlos Luis Castelli, al mando del general de Brigada irlandés Daniel Florencio O’Leary.
El 16 de octubre de 1829, Córdova hizo marchar su tropa desde El Peñol, por donde él esperaba a O’Leary. En la noche supo Córdova que O’Leary venia por Granada hacia El Santuario, donde ya había algunos para recibirlo. Córdova llegó a un lugar llamado El Salto en El Santuario a las ocho de la mañana con la tropa cansada después de un torrencial aguacero. Poco después a distancia de hacerse oír O’Leary, dijo: “Córdova entrégate; no sacrifiques estos pocos reclutas”. Córdova replicó: “Córdova no se entrega a un vil mercenario extranjero asalariado, primero sucumbe”. Inmediatamente el fuego de los héroes británicos de la independencia latinoamericana cayó sobre los soldados de Córdova. A las dos horas de combate O’Leary ordena a su caballería atacar para acabar la batalla.
Córdova se retiró a una casa hospital herido y derrotado. El general O’Leary ordenó a uno de sus oficiales de caballería, un teniente coronel irlandés llamado Rupert Hand, capturar a Córdova. El asesino entró a la casa donde se había refugiado Córdova y dijo “¿dónde está Córdova?” a lo que este respondió “yo soy Córdova”. Hand descargó un sablazo sobre la cabeza de Córdova que hizo que su sombrero de jipijapa quedara marcado. Llegó el segundo sablazo y Córdova llevó su mano para protegerse el rostro y le cercenó tres dedos. El tercero fue tan fuerte que penetró cuatro dedos en la pared craneal y Córdova quedó tendido en el suelo hasta que murió a los 30 años de edad.
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